Y es que no conozco a nadie que esté contento con las fotos de los documentos oficiales. Que si sales con bolsas en los ojos, con ojeras, con el pelo indomable, con un grano indiscreto que justo decidió aparecer ese día, con arrugas… en fin. 
La foto de mi carnet de identidad es de la época de la universidad en la que usaba el pelo por el hombro, lacio y englobado (si, englobado) y como ya se les había ocurrido la genial idea de que venciera a los decenios, me va a acompañar por 1 año y medio mas.
Para la del pasaporte, me produje. Venía de Córdoba y me tomé el día libre. Aprovechando que es en colores, me puse un sweater morado, unos aros a juego y me dejé el pelo al viento. Craso error, el pelo se volvió inmanejable en la espera y el morado de mi vestimenta combina a la perfección con el fucsia de mi cara.
Lo que nunca me había pasado, es lo que le pasó a una amiga mía. Se fue a sacar el pasaporte y después de hacer varios intentos, optaron por ponerle un cartelito a los documentos: “Imposible mejor foto”. Terrible, no?