enero 17, 2008

De mudanza

Nunca me he cambiado de casa. Nunca. Y la vez que tuve que cambiarme de oficina en un trabajo anterior, mis vecinos de escritorio, me ayudaron a agarrando cada uno 4 cosas y caminamos hasta mi nuevo puesto en filita como si fueran los ratones siguiendo al flautista de Hamelin.

Las únicas veces que me ha tocado embalar, han sido las dos veces que me fui de mis dos pegas anteriores y la última vez que pintaron mi cuarto: parte de las cajas siguen tal cual. Cachurera de corazón, tengo guardadas las cosas mas insolitas... (¿propósito de año nuevo a la vista?)

En marzo, mi área se va al primer piso, así que eso me daba las dos semanas de febrero que no me voy a tomar de vacaciones para revisar y decidir que se va, que se queda y que se escanea de los archivos de mis antecesoras. De lo mío, queda poco y nada después de hacer orden (costumbre de no mantener papeles en la oficina) y mi computador decidiera morirse.

Y llegamos al día de hoy, con la orden de desalojar en 24 horas porque el lunes empiezan los trabajos. ¿Resumen? Mi oficina parece campo de guerra... y no en el buen sentido (si es que existiera alguno)

¿¿¿Por dónde empiezo???

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