Si, lo se: compro más libros de los que soy capaz de leer. Pero es que es superior a mi, si entro a una librería, fijo que salgo con al menos un libro. Y si la librería a la que entro es El Ateneo de Santa Fe en Buenos Aires… fregamos.
Hace algunos años atrás, fuimos con la Coti y la Cata a Buenos Aires de vacaciones. El panorama de la mañana siguiente a la que llegamos fue entrar al Ateneo. Cuento corto, yo, que en esa época moría por lo libros de cocina me pasé dos horas en el pasillo correspondiente, sentada en el suelo viendo cuantos libros me iban a caber en la maleta. Para la Cata fue más simple: se llevó el libro más denso, el más pesado y el que nadie se quería llevar.
Y es que yo elijo los libros por el título, lo que no siempre es sinónimo de buen libro. ¿Quién me iba a decir que “La boda de Hitler y Maria Antonieta en el infierno” no era un libro cómico, sino un ensayo filosófico del mas alto nivel?. A todo esto, lo debería buscar, tal vez ahora que soy mas madura…
En fin, para variar me voy por las ramas. Estaba yo paseando por el Alto Las Condes, cuando decidí entrar a la librería “sólo para ver que hay de nuevo”. Y lo vi. El libro que había salido recomendado en la Revista de Los Libros hace mil años y que yo juré que iba a leer: “El extraño suceso del perro a medianoche” de Mark Haddon.
El libro es algo raro, pero no por eso malo. El narrador, es un niño de 15 años (Christopher) que tiene una clase de autismo. Y es eso mismo lo que lo hace tan querible. Es fanático de los números primos, es sumamente cuadrado y racional y no le gusta que lo apretujen. Su ídolo máximo es Sherlock Colmes, así que en cuanto ve que el perro de su vecina está muerto de manera poco natural, decide buscar al asesino.
Muy recomendable. En el viaje de Santiago a Córdoba me lo devoré.
Hace algunos años atrás, fuimos con la Coti y la Cata a Buenos Aires de vacaciones. El panorama de la mañana siguiente a la que llegamos fue entrar al Ateneo. Cuento corto, yo, que en esa época moría por lo libros de cocina me pasé dos horas en el pasillo correspondiente, sentada en el suelo viendo cuantos libros me iban a caber en la maleta. Para la Cata fue más simple: se llevó el libro más denso, el más pesado y el que nadie se quería llevar.
Y es que yo elijo los libros por el título, lo que no siempre es sinónimo de buen libro. ¿Quién me iba a decir que “La boda de Hitler y Maria Antonieta en el infierno” no era un libro cómico, sino un ensayo filosófico del mas alto nivel?. A todo esto, lo debería buscar, tal vez ahora que soy mas madura…
En fin, para variar me voy por las ramas. Estaba yo paseando por el Alto Las Condes, cuando decidí entrar a la librería “sólo para ver que hay de nuevo”. Y lo vi. El libro que había salido recomendado en la Revista de Los Libros hace mil años y que yo juré que iba a leer: “El extraño suceso del perro a medianoche” de Mark Haddon.

Muy recomendable. En el viaje de Santiago a Córdoba me lo devoré.
1 comentario:
bueno, somos dos que tenemos más libros de los que somos capaces de leer... no sólo pasa con los libros, parece qeu la vida se trata de eso. es como una burla constante la cantidad de cosas que haríamso en el escaso tiempo (y recursos también) de quedisponemos para ello.
leyendo lo tuyo, antes de la reflexión previa, me acordé de una anécdota reparecida en Buenos Aires. Pedí "El hombre en busca de sentido" de Viktor Frankl y me vendieron "El hombre en busca del sentido ULTIMO" del mismo autor. La verdad es que leyéndolo me di cuenta de que no era como me lo habían descrito... y claro! la verdad es que era como para psicólogos y psiquiatras... en fin... sigo leyéndolo... lento, pero seguro...
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