agosto 24, 2006

Taller de Cuentos

Tiembla Isabel Alliende… tiembla Marcela Serrano… tiembla… ¿tiemblan?

En un afán por tratar de cumplir los objetivos que yo misma me fijé, gracias a que este blog me hizo acordar de lo mucho que me gusta escribir y gracias a que varios de ustedes me dijeron estar dispuestos a seguir leyendo, fue que me inscribí al Taller de Cuentos en el Centro Cultural las Condes.

Partí la semana pasada como cabra chica que entra a kinder. Además, toda matea, me compré uno de los libros que usó la profesora y todo… hasta que me tocó escribir. Bien dice aquí arriba “pocas veces me quedo sin palabras”. Pues bien, parece que el momento llegó.

Primero, nos hicieron escribir una historia con un pie forzado sacado de Las Ultimas Noticias (para los de Argentina, es un diario re cholulo que se dedica a escribir casi solamente del star system criollo). En la noticia, te contaban que en NY, un tipo estaba acusado de freír a los 5 gatos de un amigo. Los gatos estaban siendo tratados por quemaduras graves y al tipo lo iban a acusar de maltrato a los animales. ¡Fácil? No tanto, traten de escribir en 20 minutos alguna explicación lógica de por qué los gatos terminaron en el sartén y pónganlo en forma de cuento. Obvio que se me ocurrieron varias maneras “tiernas” de por qué los gatos se frieron, pero a medida que las iba desarrollando, se me desinflaban. Yo en los únicos que pensaba, eran en el Tigre que pasó a mejor vida por un “cariñito” del Quazar, en la Grey que decidió irse de la casa supuestamente a un restaurante y en el pobre Obeso que es incapaz de matar una laucha. ¿Cómo iba a encontrar una razón por la cual alguien quisiera freír a los gatos con premeditación y alevosía?

Antes de irnos, nos dieron el pie forzado para la siguiente clase: escribir sobre la escritura como oficio… sobre el síndrome de la página en blanco, sobre la imposibilidad de hacer concretas las mil ideas que uno tiene en la cabeza y un largo etcétera de ejemplos. ¡La tenía atada! Me fui graneando mil historias buenísimas que seguro me dejaban como candidata para el próximo premio nacional de escritura. ¡Grande, Rose!

Todo mal, apenas me ponía a escribir, las palabras se negaban a seguir la línea original de la historia, los personajes se me rebelaban, los argumentos no se sostenían… todo mal.

Finalmente, decidí escribir sobre lo que fue escribir el cuento. El resultado, según yo, era bastante malo. No tenía el esquema formal de un cuento, no veía los conflictos y como siempre, estaba escrito en primera persona por lo que más parecía sacado de mi diario de vida que una tarea para el taller. De hecho no lo pensaba en leer en voz alta.

Igual saqué las copias que tenía que sacar para que los demás pudieran leer el cuento y partí. A la segunda lectura de cuento, me entusiasmé y leí. Total, tomates no me iban a tirar. Contrario a todo lo que pensaba parece que el cuento les gustó. Les gustó el ritmo, la velocidad, los conflictos y mil cosas más que según yo el cuento no tenía. Al final terminé como mamá chocha, que a pesar de saber que su hijo no es perfecto, no quiere que se lo pelen…

Conclusión: Isabel Alliende, Marcela Serrano e incluso la Bárbara Word pueden dormir tranquilas, no les voy a hacer sombra… todavía. ¡Se agrandó Chacarita! Vamos a ver como me va con el pie forzado de la próxima semana: la tristeza.